martes, 30 de marzo de 2010

Desbordar


Es un desbordar de olas sin viento, de tormenta sin nubes.
Una calma chicha que anuncia que otra vez el abismo voraz viene a decir lo que no hay, lo que no existe, lo que no sé.
No quiero escuchar consuelos.
Quiero el vacío filoso de la verdad, la negrura de la noche pura, sin resplandores citadinos.
Quiero el murciélago del insomnio, la incertidumbre, el piquete en la garganta. No quiero mentiras suavizantes. Quiero la vida a borbotones.
Quiero la ira furiosa, la sal en la llaga. Quiero ver con mis propios ojos el ojo de la tormenta. Quiero la lluvia ácida deshaciendo las trampas, las formas, las normas de convivencia.
Quiero todo eso que nadie quiere. Quiero lo putrefacto, lo sucio. La alta definición del dolor en primera persona.
O ¿Cuántas vidas me creo que voy a soportar la anestesia, los monitos que se tapan los ojos, los oídos y la boca?
¿Cuánta cobardía me mantiene en la cueva libre de luz?
Mi sangre crepitando debajo de la piel, palpita, tiembla, se precipita.
En mi garganta se abisman los aullidos, fantasmas akáshicos de todas las que fui.
No quiero negociar un solo minuto más.
Que me vengan a buscar y asuman las consecuencias.