sábado, 3 de abril de 2010

Mordida

Era la flor que lamía y mordía.
Quería adueñarse a mordiscones, de esa piel, de esa carne.
Quiero que seas mía, aunque no te quiera del todo.
La flor se entregó, abierta y mansa en cada beso y cada pétalo arrancado.
La paz ebria de madrugada cubrió todo con su manto de calma intensidad.
Todo era y no era, un tiempo fuera del tiempo. Sin categorías ni matrices.
Fuimos la verdad, en un espacio secreto, en un vórtice de la realidad, en un instante la eternidad.
Sin preguntas ni temores, en silencio; con violenta suavidad, fui devorada por la paz.

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