Intento
un vuelo
que es
la libertad de mi alma enceguecida.
Aquel
cielo infinito,
que se
me niega
que se
me oculta.
Intentos
vanos de lograr aquel viaje
mágico
y silencioso;
alimento
de mi sangre
espesa
de tierra y suelo.
Y
siento mis alas rotas,
inútiles
voluntades mutiladas
por el
miedo y la desesperanza.
Me
quedo, pequeña,
desde
el suelo atroz.
Lunas y
estrellas
motivando
un aleteo imaginario,
y solo
despegan mis pupilas
en un
vuelo de reconocimiento.
Un
instante de éxtasis
siento
migrar
mi
cuerpo que resuena en el silencio
y otra
vez,
sigo en
la tierra.
Es
porque así me enseñaron;
que no
puedo volar.
Por eso
mis alas se quebraron;
no
puedo volar
contra la voluntad de los hombres
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