Nos
entendemos en el silencio
donde
la palabra se hace carne.
En la
ambigüedad de la noche,
sin
saber si son tus manos o tu alma
lo que
me arranca la piel.
Nos
abandonamos en un vértigo definitivo,
que va
humedeciendo
sentidos
insospechados.
Vamos
acomodándonos
en la
concavidad de nuestros cuerpos;
palpitando
los últimos cristales
quebrados
en la estridente quietud.
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